Apenas se desprendió el brazo muerto, agotado de sangre, pálido, cianótico, agarrado a la escasa
vida de limo, sedimento negro y aguado, rayado de fuerza y ánimos encendidos, colgado de sus
balcones, de las vistas desde las que apenas se dejaba, algún día, generosa, y yo marraba miope. Me
desventró su apuesta sentenciosa, y lo hace hoy, a martillazos, cada mañana y pesadilla, cada pelea
en sueños que acaba al mediodía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario